En Garcinarro normalmente
nos ha interesado más el repaso de la información local que los temas políticos
de ámbito nacional o mundial. Nos ha parecido más interesante hablar de los
zapatos de la Menganita, de los vestidos de la Fulanita, de los pelos de
Perenganito, de las herencias del Zutanito, de los novios y novias, de las rupturas
de parejas, que de los debates de la nación o los discursos navideños del rey.
A pesar de ello, somos conscientes
de que Garcinarro ha sido un referente en la política de este país. Desde la
visita de Alfonso VIII en el siglo XII,[1] hasta la reunión de
ediles socialistas conquenses que tuvo lugar en nuestro pueblo hace un par de
meses,[2] se han sucedido innumerables acontecimientos con una
cierta repercusión que va más allá de las fronteras de nuestro término
municipal.
En mayo de 1932 comenzó a
debatirse en las cortes el proyecto del estatuto de Cataluña. Los periódicos de
Madrid y Barcelona de la época daban cuenta de la crónica parlamentaria, haciéndose eco de los discursos más
relevantes de diputados como Alejandro Lerroux, José Ortega y Gasset, Miguel
Maura, Melquiades Álvarez o el presidente del gobierno, Manuel Azaña, entre
otros.[3-5] La prensa extranjera, como Kölnische Zeitung,
también recogía las opiniones de intelectuales como Miguel de Unamuno[6, 7]
(diputado en aquella legislatura), muy crítico con el estatuto, con el
bilingüismo, con Azaña y con los
pactistas de San Sebastián (en referencia al pacto del 18 de agosto de 1930[8]).
Agrupaciones políticas extraparlamentarias, como el Comité de la Juventud
Socialista de Barcelona trataba de influir en las decisiones gubernamentales,
enviando telegramas a ministros y parlamentarios para que el Estado mantuviera
la enseñanza en castellano en todos los grados, sin perjuicio de que la
Generalitat organizara la suya.[9]
En medio de este debate no
podía faltar la opinión de unos garcinarreros que fue recogida en la página 17
de la edición matutina del ABC del día 3 de junio de 1932.[9] La
carta decía así:
A.
B. C. VIERNES 3 DE JUNIO DE 1932. EDICION DE LA MAÑANA. PAG. 17
Los
vecinos de Garcinarro (Cuenca)
Avalado por numerosas firmas, hemos
recibido el siguiente escrito:
"Como españoles, e interpretando
fielmente el ideal patriótico de los vecinos de este pueblo, protestamos
enérgicamente contra ese Estado catalán que el Parlamento español concederá de hecho a la
región más favorecida y más mimada de España, que es Cataluña. Igualmente
protestamos contra este último gesto de ingratitud y de proverbial hipocresía
para con la madre Patria, que tantas favores y beneficios la ha prodigado, pues
con esa máscara de autonomía lo que quieren y ansían
los catalanes es únicamente su completa separación de España, ser sólo
catalanes, no españoles. Desean no sólo autonomía administrativa, sino
política."
Y terminan su escrito diciendo:
"Antes que el Estatuto concédase
la independencia completa con todas sus consecuencias legales activas y pasivas,
cual si se procediese a la liquidación de una Sociedad que amigablemente se
disuelve. Los catalanes ni han querido ni quieren a los demás españoles. Tratémosles lo mismo y sin
hipocresías, halagos ni eufemismos; coloquemos entre Cataluña y España una
frontera arancelaria y una muralla como la de China, y después que cada
país viva con sus propios recursos, y ahora gritemos: "¡Viva España
una e indivisible
y abajo mil veces el Estatuto catalán!"
¿Quién escribió la carta o quiénes
y cuántos la firmaron? son enigmas todavía sin resolver. No obstante, cualquier garcinarrero podría reconocerse en estos
paisanos y en su romántico sentimental nacionalismo o patriotismo (o como lo
quiera cada uno llamar) que nos une a todos los que hemos nacido en una misma
tierra, independientemente de cualquier otra diferencia ideológica o de
condición, por profunda que sea. Ese apasionado sentimiento, les permitió a
ellos –como nos hubiera permitido a nosotros o cualquier otro nacionalista–
interpretar fielmente el ideal patriótico de sus vecinos, como dicen al
escribir esa carta; pero me choca que antepongan su carácter de españoles y
sobre todo que ignoren por completo el de garcinarreros o el de gebelerrianos[10]
o el de alcarreños. Hemos de reconocer, que al igual que nuestros conciudadanos
catalanes, los garcinarreros nos sentimos muy orgullosos de nuestra tierra y
sentimos esa identidad de pueblo. Pueblo el nuestro, por cierto, que es incluso
mucho anterior a lo que hoy se conoce por España y cualquiera de sus históricas
regiones autónomas. Además, podríamos hablar de nuestro lenguaje propio que se
distingue del castellano que hablan en Madrid en muchos términos y matices que
la Real Academia Española (RAE) se niega a reconocer. Por eso no entiendo que
esa carta se escribiera bajo el estigma del laísmo (que aquí nunca hemos sido
laístas), pudiéndola haberla escrito con las palabras propias de este pueblo;
porque estemos ande estemos un garcinarrero siempre se tiene que sentir
orgulloso de serlo y de hablar su propio idioma. ¡Biba Garcinarro, Biva
Gebelerria, Viba la Alcarria y Viva España, si quieres; pero que se jodan mil veces la Alemania y su mercado
común!
Referencias
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