miércoles, 1 de abril de 2015

El triguero,


¿Por qué los hombres se creen don Juanes 
y las mujeres abnegadas madres?
Esta es una historia de conflictos de pareja, de desigualdad de recursos, de genes..., contada a partir del caso del triguero (Miliaria calandra), el pájaro de la portada.

Los humanos, salvo excepciones,  somos una de las pocas especies de mamíferos 'socialmente monógamas'. Por el contrario, entre las aves, donde el 85% de las especies son tan monógamas como el hombre, está el triguero, que es abiertamente polígamo. Un macho de triguero pasa la mitad de su vida en lo más alto de algún arbusto, haciéndose visible a todos y cantando repetidamente para atraer alguna hembra. Comienzan a cantar en pleno invierno, cuando el frío aún cala hasta los huesos, y siguen hasta ya entrado el verano por si hubiera todavía trigueras disponibles. Ese comportamiento tan indiscreto de los machos y el hecho de ser una especie abundante hace que estemos muy familiarizados con el pájaro y, a poco que salgas al campo, probablemente te sonara su imagen o su canto.

Escucha a un triguero macho cantando:
© Archivo Sonoro de Garcinarro

Un macho tan atareado en conseguir nuevas parejas, no se ocupa mucho de su familia, no incuba los huevos, no lleva comida (o muy poca) a sus pollos... Sin embargo, a las hembras trigueras no parece importarles mucho emparejarse con machos tan poco comprometidos. Los científicos, que miden 'la felicidad' (aunque hablan de eficiencia biológica o fitness) de los bichos y plantas por el número y calidad de los descendientes que dejan a lo largo de su vida, han visto que tanto las hembras emparejadas con los machos que más colaboran, como las que se emparejan con otros que no ayudan nada son igualmente felices, consiguen criar igual número de pollos y de condición física similar. Así que, ¿para qué necesita una triguera a un triguero más allá del sexo?

Por lo general, la vida de los machos polígamos, como el triguero, no es lo fácil que puede parecer a primera vista. Primero, tienen que pasar mucho tiempo expuestos y llamando la atención no sólo de hembras, también de predadores que no se andan con chiquitas, en un descuido se lo comen y se acabó. Segundo, como decía Basilio Solomé: "cuando uno gana, otro pierde". Así que, el que un triguero se empareje con dos o tres trigueras implica que otros machos se quedan sin pareja, puesto que suele haber paridad en la proporción de sexos de la población. De modo que solo unos pocos machos trigueros son felices con la poligamia.

La poligamia o monogamia no es una cuestión moral, ni la consecuencia del amor o del deseo sexual desmedido, sino el resultado de un conflicto de intereses contrapuestos entre sexos, mediados por las condiciones ecológicas (económicas) en las que viven. Es como un juego, en el cada individuo de uno y otro sexo busca obtener el máximo de descendientes en buenas condiciones para que sigan reproduciéndose. El objetivo parece el mismo para ambos sexos, pero las formas de conseguirlo (como veremos más abajo) son diferentes para uno y otro. Para reproducirse, primero necesitan una pareja y recursos suficientes (alimentos, defensa, etc.) para que sus descendientes puedan sobrevivir. Una vez conseguida la pareja, si los recursos son escasos, los padres/madres tienen que dedicar mucho esfuerzo para alimentar y cuidar a sus retoños, de manera que no queda mucho tiempo de buscar nuevos amores. Si alguno/a los buscara pondría en riesgo la supervivencia de su descendencia; así que probablemente los dos, padre y madre, se pongan de acuerdo en seguir trabajando duramente para sacar adelante los hijos que comparten. Cuando los recursos son abundantes y fáciles de obtener, los cuidados parentales son más fáciles de realizar y hay más tiempo para otros menesteres. Es más factible que uno de los sexos (generalmente el macho) pueda invertir menos en atender a sus vástagos y más en intentar atraer nuevas parejas con lo que conseguiría aumentar su eficiencia biológica. Este último sería el caso del triguero.  

En la naturaleza, se da con más frecuencia la poliginia (un macho emparejado con varias hembras) que la poliandria (una hembra con varios machos). No es casualidad, tiene que ver con el coste de producir huevos u ovarios (gametos femeninos) frente al coste de producir espermatozoides (gametos masculinos) y, también, con el número tan dispar de gametos que producen un sexo y otro. En condiciones normales, las hembras desarrollan un número mucho menor de gametos que los machos, de tal modo que todos sus huevos u óvulos podrían ser potencialmente fertilizados por un solo padre. Por tanto, en el caso de las madres, el número de descendientes con los que contribuyen a la siguiente generación, por lo general, dependerá poco del número de parejas que consigan y, sin embargo, dependerá mucho los recursos que puedan proveer a sus hijos. Su estrategia debería ser, por tanto, más proclive a invertir en la cría que en la búsqueda de nuevos padres. 

El caso de los machos es diferente; pues, en condiciones normales, un solo macho puede producir esperma para fertilizar los huevos u ovarios de bastantes hembras y, si su colaboración en la cría de los hijos no es imprescindible para la supervivencia de éstos, puede conseguir dejar más descendientes invirtiendo más en la búsqueda de otras parejas que en el cuidado de los hijos que ya tiene. En resumen, en un amplio rango de condiciones ambientales desde las muy duras a las muy favorables para la cría de la descendencia, encontraríamos desde machos monógamos que crían a sus hijos (los pobres) hasta machos muy promiscuos que pasarían de ellos (los más favorecidos).

No obstante, esa explicación no aclara por qué las hembras también llegan a ser promiscuas. Decíamos arriba que un solo macho podría fertilizar todos los gametos de una hembra; pero una hembra no tiene las garantías absolutas de que un determinado macho con el que se ha emparejado por elección o porque no le ha quedado más remedio (ni siquiera cuando es aparentemente sano, trabajador y atractivo) tenga un esperma infalible que le permita a ella estar segura de su fertilidad. Ante la menor duda, o simplemente por seguridad, podría copular con otro/s machos para aminorar el riesgo de infertilidad. Además, existen otras razones para la hembra para ser promiscua, como la búsqueda de un macho de mayor calidad o mejor compatibilidad genética que el que ya tienen, o que los machos adicionales le aporten mejores recursos (territorio, alimento, etc.). 

¿Cuál es la mejor estrategia? No hay una estrategia de emparejamiento que sea buena para todas las partes, así que las relaciones de pareja plantean generalmente un conflicto entre sexos. A lo largo de la evolución de las especies, estos conflictos no se han resuelto, sino que siguen 'las negociaciones' en función de las circunstancias; pero, si se han alcanzando ciertos patrones generales dentro de cada especie. Las soluciones parciales más comunes no han sido modelo único de monogamia, poliginia o poliandria, sino que normalmente se dan soluciones intermedias o, mejor dicho, diferentes casos dentro de cada especie con mayor o menor proporción de unas y otras estrategias. Así, por ejemplo, en el triguero, además de machos que se emparejan con varias hembras, hay un 5-10% de hembras que se emparejan con más de un macho dentro de una estación reproductiva. Del mismo modo, la monogamia estricta es rara. Es mucho más frecuente lo que llamamos la monogamia social, que consiste en sociedades formadas por familias de un padre y una madre que atienden a unos hijos, pero que alguno de ellos no es del supuesto padre. Estos casos son mucho más comunes de lo que creemos. En las sociedades humanas europeas, por ejemplo, se estima que cerca del 8% de los hijos (excluyendo adopciones) no son los hijos biológicos de quienes son considerados socialmente sus padres.

El comportamiento humano, la ética, la moral, frecuentemente son consecuencia de los condicionantes biológicos que han perfilado sus estrategias vitales a lo largo de la evolución. Ser machos conquistadores o madres abnegadas han sido/son parte de las estrategias de los individuos de cada sexo, para mejorar su eficiencia biológica. Esos planteamientos de uno y otro sexo siguen presentes en ese permanente conflicto; aunque, a veces, sea solo de postureo.

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