Sé que esta crónica va con algún retraso; pero las fiestas del
pueblo me han causado una especie de jet lag que ha afectado seriamente
a mi ritmo circadiano y a mi incomprensión de la realidad y del tiempo, aún más
de lo habitual. Medianamente recuperado –creo yo– me gustaría contar que uno
de los acontecimientos más notables que ha tenido lugar recientemente en
nuestro pueblo ha sido la excavación de La Cava. La presentación al público de
este yacimiento tuvo lugar el sábado 9 de agosto por el arqueólogo que dirigió
el proyecto, Miguel Ángel Valero Tévar. En mi opinión, se puede considerar un evento sin
precedentes desde la
visita de Don Paco; no solo por la presencia de autoridades como el
presidente de la diputación de Cuenca, el diputado de cultura, el alcalde y sus
concejales o el cura; también por la afluencia masiva de gente entusiasta que
desbordamos las previsiones de los organizadores y abocamos al hermanamiento de
la iglesia y la arqueología, lo mismo que al de la política y el espectáculo.
Faltaron las papartas prometidas, pero sobró chocolate, y hasta se pudo hartar uno
de vino si es que quiso beber en alguna de las seis cuevas-bodega que se
pudieron visitar al final de la mañana ¡Qué más se puede pedir!
Sabíamos que en aquel
cerro, sobre la Cueva de la Mora, había una especie de habitáculos retallados
en las rocas y parcialmente ocultos por la tierra y el tiempo. Gracias al
trabajo de Miguel Ángel Valero y su
equipo y a los dineros del ayuntamiento y otras entidades (unos 49.000 euros si
no me equivoco) se ha procedido a la excavación arqueológica de los mismos,
poniendo atención a la estratigrafía con objeto de conocer la edad relativa de las
piezas que allí se encontraban. También se ha usado el método del carbono 14 para
datar alguno de los restos orgánicos hallados; lo cual ha resultado primordial para
determinar la importancia de estos edificios,
que parecen tener unos 2400-2500
años. Más allá de ese dato objetivo, el arqueólogo nos explicó sobre el mismo yacimiento
que ese cerro ya fue ocupado en la edad del bronce, hace unos 4000-5000 años,
por una población de unas 50 personas. Se trataba de un poblado con tiendas de
campaña, estructuras habitacionales de una sola estancia y con un elemento que
servía de muralla a su alrededor. Este poblado desapareció durante unos
2400-2500 años hasta los años 550-400 a.c., que lo ocuparon los íberos. La
sociedad íbera de esta época ya tenía una organización más compleja en la que
había pequeños reinos con un régulo en cada una de las ciudades principales.
Éste gobernaba un territorio donde se encontraban poblaciones más pequeñas que
la capital, de diferente tamaño. El poblado de la Cava era un poblado de tamaño
intermedio, con una extensión de unas 5-6 ha. Sobre el poblado de la edad de
bronce se construyó la acrópolis retallada en la roca en época íbera que ahora
tenemos la oportunidad de ver. Ésta sería la parte fortificada del poblado,
donde vivía el personaje principal, donde estaba el elemento religioso y lo que
podemos llamar el edificio noble. Tenía una pequeña cerca y una muralla que lo
separaba del resto de la población. La acrópolis consistía en tres estancias
unidas por un pasillo también tallado en la roca con un parapeto en la parte de
poniente que separaba del precipicio de unos 20 metros que hay a ese lado. Según
el arqueólogo, la novedad de este yacimiento es que es el primero de época
ibérica en el que aparece este tipo de edificio retallado en rocas. Nos contó muchas
más cosas que espero pueda detallar en otra entrada de este blog.
El profesor Miguel Ángel
Valero, además de arqueólogo, demostró ser un magnifico divulgador que
consiguió enganchar a la gente y a los políticos a golpe de hipótesis
arqueológica, historiografía y bromas de zumba y ópera. En medio de tanta excitación
popular, Don Mario no pudo resistirse a ofrecer su iglesia para acoger la
conferencia que el profesor daría después de la excursión al yacimiento. Sin
duda es de agradecer y también –reconozcámoslo– algo extraordinario: ¡La
iglesia católica al lado de la ciencia! Un hito histórico más para este día,
pensé. Bien es verdad que no es lo mismo
bendecir a la arqueología, que se pirra por ver templos y ritos religiosos en
cada elemento rupestre, en cada resto de fuego o almacén de alimentos con el
pretexto de que otros lo interpretaron así antes que ellos, que otras ramas del
saber humano que se empeñan en contradecir sistemáticamente a Roma.
Enardecidos ya todos y al
amparo de la sombra monumental de nuestra iglesia, el diputado de cultura, en
nombre del presidente de la diputación, prometió echar una capa de asfalto al camino
que conduce al yacimiento, para facilitar la llegada de turistas. No sé qué
pensarán ustedes; pero digo yo: ¿no sería mejor hacer un camino peatonal con
pavimento de zahorra bien apisonada, árboles de sombra a los lados y
bancos para sentarse cada pocos metros? Vendría bien a los Garcinarreros para
pasear, quemar colesterol y triglicéridos sin machacar la columna o los pies; al tiempo
que a los turistas les permitiría salir del coche, estirar las piernas y frenar
el estresante ímpetu de coleccionar visitas a monumentos sin perder el tiempo. El asfalto que lo dejen para arreglar el camino del cementerio y, así, no tener que subir
invadiendo la carretera cada vez que hay un entierro.
El yacimiento de la Cava es para sentirse orgulloso; pero no debemos olvidar que ésto es un pueblo y no un parque temático.
El yacimiento de la Cava es para sentirse orgulloso; pero no debemos olvidar que ésto es un pueblo y no un parque temático.
Totalmente de acuerdo. No es necesario el asfaltado del camino, con que tenga un buen firme, se planten árboles y se cuide es suficiente. Buen trabajo JMA.
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