Quizás, porque la selección
marca la pervivencia —como venía a decir Darwin—, surge la rivalidad como algo
intrínseco a la vida. Además, se da en todos los niveles de organización
biológica: celular, individual, poblacional... En ese contexto, encontramos espermatozoides
que corren que se las pelan por llegar primero; chicarrones que sacan pecho por
ser 'el amo del corral'; chicas que se ponen aún más guapas, y a cuál más;
países que se lanzan a guerras llamadas 'misiones de paz'. Así que, la
rivalidad nos rodea irremediablemente, e incluso, parece ser el eje de nuestra
existencia. Detrás de esas pugnas, hay dos formas de selección fundamentales
que las sustentan: la sexual y la natural. Esta última incluye todo lo que no
está en la primera, si es que ambas formas de selección están realmente
disociadas. En ese marco de la rivalidad, surge la más ingeniosa de todas: los
piques entre pequeños pueblos vecinos, especialmente si éstos vienen dados por
cuestiones de sexo.
Un buen ejemplo puede ser la
historia de Villatripas de arriba y Villatripas de
abajo que nos canta Krahe; pero también hubiera podido ser las historias de
Mazarulleque y Garcinarro, dos pueblos que llevan siglos teniendo una cálida
vecindad en todos los sentidos.
En ese pueblo de al lado, hay
un dicho que dice algo así como:
De Mazarulleque a Garcinarro,
bajó una morcilla rulando,
tiró siete casas y un
esquinazo,
y a la moza del cura, le
rompió un brazo.
Por eso, a los de Mazarulleque
los llaman 'morcilleros'. Conociéndolos, no me extrañaría que alguna vez
hubieran echado una morcilla carretera abajo; y que ésta hubiera derribado
siete casas. Sin embargo, pienso que es una metáfora. Lo que solía bajar por
esa cuesta de Mazarulleque, no eran morcillas, sino morcilleros para romperle
–según ellos– el corazón (y no un brazo) a la moza del cura y a cualquier
otra moza que se terciara.
Como cada uno cuenta la feria
según le va, había quien cantaba:
Garcinarro, Garcinarro,
qué pobre te estás quedando,
que de treinta mozas que hay,
veintinueve están criando.
¡Y la que le falta está a
punto de parir!
Es obvio que los chicos que
decían eso se volvían para Mazarulleque sin haberse 'jalao' nada más que la
desesperación de haber visto pasar tanta chica guapa. Por el contrario, a otros
no les debió de ir mal; pues, apellidos que desde hacía siglos abundaban en
Mazarulleque (Albendea, Bermejo, entre otros) acabaron apareciendo entre las
gentes de Garcinarro.
¿Y qué pasaba con las mozas
de Mazarulleque?
En Garcinarro, hay quien dice
que eran muy feas (¡como las uvas verdes!), lo que significa que éstos tampoco
ligaban nada cuando iban para allá. También hay quien dice que a las
señoritas de Maza –más que el comer– les engordaba el trato con un clérigo de
la localidad:
Si allá en Mazarulleque
hubiese un cura
amigo de tratar a una
Victoria,
yo le suplicaría, por mi
gloria,
si es que le tiene apego a la
tonsura,
que no salude más a la
muchacha;
pues tiene un padre la gentil
doncella
capaz de darle un palizón a
ella
y de romperle un lomo al
'cucaracha'.
Lo que viene a indicar, o bien
que la tarea de ligar en Mazarulleque era harto difícil, o bien que al cura se le
endosaban todos los muertos. Aun así, hubo algunos garcinarreros que triunfaron
seriamente y se han hecho casi morcilleros.
Los amoríos de estos dos
pueblos, los complicó la política; pero sólo en apariencia, porque donde hay
sexo, no hay otra cosa que valga. Primero vino don Paco con la unificación de los ayuntamientos y luego la democracia a dar 'café para
todos'. En esos tiempos, los jóvenes morcilleros siguieron viniendo a
Garcinarro como siempre; si bien, con otros displays:
Después de pasar por el bar de Lucio y ponerse ciegos
de cerveza, cubatas (el café no les iba), se manifestaban en la cuesta del pilar para pedir
—aprovechando la coyuntura— 'autonomía y libertad', que es lo que estaba de
moda en la capital. En realidad, la finalidad era la misma de antes, atraer la
atención de alguna garcinarrera; ya que de espíritu autonómico nada de nada.
Años después, varios de esos chavalotes que se desgañitaban desafiando a
las aguas del pilón, han terminado viniendo a Garcinarro de tenientes de
alcalde, de concejales de la hacienda municipal, de alguaciles. En cuanto a su
suerte con las garcinarreras, ésta fue desigual; y si ellas quedaron contentas,
es harina de otro costal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario