Estando en la era de las comunicaciones,
el ayuntamiento de Garcinarro no podía quedarse atrás y ya, desde hace unos
años, cuenta con un sistema de comunicación entre aparatos electrónicos por vía
inalámbrica, llamado guaifai (WiFi). Este sistema de conexión
inalámbrica permite conectarse gratuitamente con el mundo mundial a cualquier
usuario que se halle en el entorno del ayuntamiento y disponga de ordenador, teléfono
móvil o cualquier otro dispositivo apropiado. La red guaifai puede
usarse incluso desde los soportales del consistorio, donde además hay una
cabina telefónica de uso público (aunque no gratuita) y, desde hace algún año,
cobertura telefónica móvil para todos los operadores. Todo esto ha hecho que
los soportales lleguen a ser el centro neurálgico de las comunicaciones de nuestro
pueblo.
Hasta
hace poco, venir al pueblo suponía quedarse, sin correo electrónico, sin facebook,
sin tuenti, sin twitter, sin skype, sin nada. Para colmo,
si esperabas una llamada o querías hacerla desde tu móvil, tenías que irte al
calvario, al cementerio, al mirador o a cualquier sitio fuera del lugar para
pillar línea. Ahora esto ha cambiado. Puedes venirte tranquilamente de vacaciones
o pasar el fin de semana sabiendo que estás en contacto con el mundo entero y
gratis. Tu jefe/a te puede localizar para decirte que tienes que ir
urgentemente a hacer una suplencia inesperada; tu novio/a te puede dar bote sin
tener que esperar al lunes o a septiembre; incluso si te la pega con alguien puedes
ver sus fotos al instante colgadas en alguna red social y comentarla de
inmediato (¡Hijo/a de puto/a!), sin tener que esperar a
echártelo/a a la cara. La verdad es que esto de las comunicaciones y
especialmente el guaifai es el copón. Así que demos las gracias al
ayuntamiento por proveernos con todos estos adelantos; pues desde la entrada de
España en el Mercado Común Europeo, la política agrícola y ganadera habían
incidido de forma colateral y nefasta sobre el tema de la comunicación en este
pueblo. Permitidme que me explique.
No
hace tanto tiempo, Garcinarro contaba con dos pilones o pilares, tan
importantes que uno estaba en medio de la plaza y el otro daba nombre a una
parte del pueblo: "El Pilar" y "La Cuesta del Pilar".
Todavía usamos esos nombres, aunque ya sólo quedan unas fuentes que para nada
recuerdan lo que allí hubo. En torno a los pilares giraba buena parte de la
vida cotidiana del pueblo. Por la mañana, con las primeras luces del día o ya al
caer la tarde, eran lugar de reunión de hombres y animales, que mientras los
unos bebían agua, los otros llenaban sus cubas (las cantimploras de hace años,
fabricadas como un pequeño tonel) y aprovechaban para echar una parrafailla
(algo así como mandar unos tuits). Estos abrevaderos eran como centros
culturales de intercambio de información, de impresiones, de chascarrillos y
hasta de cotilleos (como el guaifai de ahora, al fin y al cabo). La tahona de Emilio hacía un papel similar entre las mujeres. Como,
además, ellas pasaban más tiempo allí, no sólo les daba para recibir y difundir
noticias, también para fabricarlas con o sin fundamento de veracidad. Las
mujeres iban un paso por delante de los hombres en esto de la comunicación; mientras
que los hombres eran más de conversar sobre borrascas y anticiclones o sobre primalas
y machorras. Ellos generalmente no adquirían esa habilidad de comunicación hasta su jubilación, que se
volvían oliscones.
El
pilar de abajo tenía otra cosa buena que entonces ignorábamos. Como allí
coincidían diferentes atajos de ganado y siempre había algún descuido de
pastores y rochanos, los murecos aprovechaban el momento para 'socializarse'
con alguna oveja del otro rebaño; y eso, quieras o no, provocaba competencia
espermática, trasferencia génica y se conseguía variabilidad y mejora genética
de la cabaña lanar así, sin pretenderlo y sin entender ni jota de biotecnología.
Hacer ésto ahora a través del guafai
sería mucho más engorroso. Habría que buscar en los foros adecuados o poner un
anuncio en internet que inmediatamente sería calificado de contenido sexual no
apto para menores. Luego, traer a un semental al pueblo no iba a ser gratis;
que ya Basilio Marcos cobraba 500 pesetas de las de hace 30 años por dejar que
su borrico montara a cualquier hembra equina. Imaginaros ahora con el euro y el
precio de los portes, lo que se habrá encarecido el tema; y todo eso, contando
con que no nos topemos con alguna directiva de la Unión Europea que ponga
trabas al transporte o lo califique de explotación sexual de los animales.
Un
pilar servía, además, para resolver muchos otros problemas corrientes, desde disuadir
a falsos pretendientes de nuestras mozas, hasta refrescar los ánimos de algún forastero
airado o con una mala chispa. Por eso, cuando venía un forastero (fuera novio o
no de alguna chica del pueblo) y veía no uno, sino dos pilones (porque, además,
desde uno se veía el otro), se pensaba dos veces las cosas y nunca solían
causar problemas.
Por
otro lado, los pilares de agua también servían, paradójicamente, para encender –más
que apagar– el fuego de un amor de verano o de toda una vida; que se empezaba por
lo general, él a ella, calándole ligeramente la blusa, puede que también las
bragas, y la cosa acababa mojada y bendecida. Bueno, para aquellos tiempos de pilares,
lo primero era lo primero, y la bendición solía ir antes de la mojada; si bien
el resultado era el mismo, independientemente del orden.
Algunas
de estas cosas, por supuesto, también se pueden hacer con el guaifai, así
que no voy a quitarle mérito; pero no siempre el guaifai ha estado a la altura del pilón. Desde que nos quitaron los
pilones y nos pusieron la guayfai, aquí ningún novio forastero ha pagado
ni una sola patente a pesar de tener las chicas más guapas de estos contornos. Por un respeto hacia ellas, va siendo hora de meter a esos novios roñosos en vereda. Y si para ello hay que hacer un pilón, ¡hagámoslo!
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