Conocemos como Catastro
de Ensenada a las averiguaciones (catastro significa averiguación) llevadas
a cabo entre los años 1749 y 1757 para conocer, registrar y evaluar los bienes
y las rentas de los súbditos de la Corona de Castilla, en las 22 provincias que
la componían. Este catastro obedecía al Real Decreto de Fernando VI de 10 de
octubre de 1749, a propuesta del Ministro de la Real
Hacienda, don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, con
objeto de reformar el sistema fiscal, que era bastante complejo y desigual. Esta reforma consistía en cambiar
las llamadas Rentas Provinciales por una única contribución que recaudaría
directamente la Real Hacienda[1].
Con el
nuevo sistema fiscal se pretendía que los impuestos se pagaran de forma más equitativa;
pero también se esperaba incrementar los ingresos de la Real Hacienda en un 20-30%
para paliar la precaria situación en la que ésta se encontraba, tras la
declaración de bancarrota de 1739. Esa situación de penuria se prolongaba irremediablemente
aún en la década de 1740' debido a los dispendios de la corona en las guerras
que sostenía en Italia, que consumían los caudales que entraban en sus arcas[2].
El
primer paso para la realización del catastro fue hacer un interrogatorio de 40
preguntas[3] sobre la
población, la producción agrícola y ganadera y otros oficios y rentas del pueblo, así
como los impuestos, los bienes del consistorio o del clero. Es lo que se
denominaba 'Respuestas Generales'. Tras éstas, se pasaban a las 'Respuestas
Particulares' dadas por cada vecino. Después se procedía a la comprobación
pericial de lo declarado, sancionando con una multa de 200 ducados a quienes
hubieran ocultado bienes. Con la información se elaboraban dos libros de
registros; uno denominado 'Libro de lo real' y un vecindario sobre la filiación
de cada vecino y su familia, llamado 'Libro de los Cabezas de la Casa'[1].
En Garcinarro, sin embargo, solo disponemos de las respuestas a las 40 preguntas
que realizó "Dn Domingo
Antonio de Aldana Malpica, corregidor de la Ciudad de Huete y su tierra, superintendente
de Rentas Reales de ella y Juez subdelegado para el expediente de diligencias
de Única Contribución"[4], para lo cual, el 3 de mayo de
1751 convocó a las siguientes personas:
En esta primera entrada sobre el catastro de Ensenada vamos a hablar sobre lo declarado por los vecinos con respecto a la agricultura. En próximas entradas hablaremos de la ganadería, otros oficios, los impuestos, los bienes municipales, y lo que pasó finalmente con este catastro.
Cura párroco: Agustín Haran.
Alcaldes: Juan
Barranquero,
Pedro del Horno Fernández.
Regidores: Juan
Josep Haran,
Francisco del Horno,
Francisco Harán,
Francisco Cavezo.
Procurador síndico general: Juan Alcalde Baquero.
Alcaldes de la hermandad: Juan
Izquierdo Ramírez,
Juan de la Sierra.
Jurados: Julián Astudillo,
Manuel Ballesteros,
Julián de la Concha.
Escribano: Luis
Bernardo Román.
Vecinos de mayor opinión e inteligencia en el conocimiento,
calidad y cantidad de tierras y demás que comprende el término de Garcinarro:
Joseph
López,
Joseph Alcalde,
Alphonso Román,
Joseph de la Concha.
En esta primera entrada sobre el catastro de Ensenada vamos a hablar sobre lo declarado por los vecinos con respecto a la agricultura. En próximas entradas hablaremos de la ganadería, otros oficios, los impuestos, los bienes municipales, y lo que pasó finalmente con este catastro.
La agricultura
Tierras y cultivos
La
superficie considerada cultivable incluía tierras de tres diferentes calidades,
que (no se complicaron la vida) las llamaron de primera, segunda y tercera calidad. Las de primera calidad comprendían 1.980
almudes (6 almudes equivalen a una hectárea), 6.290 almudes correspondían a la segunda calidad y 9.770 eran de tercera. Además había 1.500 almudes
de tierra de ínfima calidad que no servían para el cultivo. Toda la tierra de
cultivo era de secano; no se sembraban hortalizas ni otras leguminosas frescas.
Tampoco había árboles frutales, a excepción del olivo, aunque crecían algunas
nogueras bravías en los linderos, así como algunos almendros; pero su fruto parece
ser que no tenía valor, como sucedía con las parras que había, cuyas uvas nunca
llegaban a madurar. Por eso, a ninguno de éstos se les regula como fruto y no
se les dio valor en el catastro de Ensenada.
Los
olivares ocupaban tierras de tercera calidad, desde la falda de la sierra hasta
lo llano, sin llegar a la vega. Había unos 11.500 olivos en 575 almudes de
tierra. Las viñas ocupaban unos 1.407
almudes, en los que había 281.400 cepas. Casi todos los plantíos de olivos y
vides están en dispuestos en 'tendido' a excepción de algunos que se disponían
en hileras, ocupando unos 200 almudes de tierra. El resto de cultivos eran
anuales y se componían principalmente de cereales (trigo, cebada, centeno, avena
y escaña). También era apreciable la superficie dedicada al azafrán, que ocupaba
unos 120 almudes cada año; eso es unas 20 hectáreas. Otros cultivos como garbanzos,
almortas y cáñamo no llegaban a sumar entre todos el 0,5% de la superficie
cultivada cada año (Fig. 1).
En
Garcinarro, en el siglo XVIII, ya no se cultivaba el zumaque (Rhus coriaria); pero, al igual que hoy, había plantas asilvestradas al
pie de la sierra que persistían de antiguos cultivos. La superficie que ocupaba
esta planta se estimaba en unos 70 almudes (casi 12 ha); de ella se obtenía
algún beneficio económico al comercializarla, pues se utilizaba en las tenerías
para curtir las pieles.
La producción agrícola
La
producción dependía de la calidad de la tierra donde se sembraba. Por ejemplo,
el trigo producía 4 fanegas por cada almúd sembrado en tierra de primera calidad,
que equivale aproximadamente a unos 960 kilos por hectárea. En tierras de
segunda producía 3 fanegas por almud (720 kg/ha) y en tierras de tercera 2
fanegas por almud (480 kg/ha). En promedio, en un quinquenio se producían unas
8.950 fanegas de trigo, que suponía unos 358 toneladas sumando lo que se
producía en todo el pueblo (Tabla 1).
La
cebada, al igual que los garbanzos, almortas y el cáñamo, solo se sembraban en
tierras de primera calidad, el azafrán en tierras de segunda, mientras que la avena
y la escaña, que se solían sembrar mezcladas, solo se cultivaban en tierras de
tercera calidad.
Para
la mayor parte de los productos cultivados, declaran la producción quinquenal
detallada en la tabla 1. No se habla ni de la producción total de azafrán, ni
de los olivos; aunque declaran que estos últimos producen 1.500 almudes de
aceituna al año (unas 37,5 toneladas). Cada molienda consiste en diez almudes
de aceituna y dan limpio al agricultor dos arrobas y una cuartilla de aceite,
después de haber pagado el diezmo (el impuesto pagado a la iglesia) y la
maquila (la parte que aceituna que cobra el molinero). Así, estimamos que al
quinquenio se producen unas 1.688 arrobas de aceite.
El
cáñamo (Cannabis sativa, variedad: sativa) que se cultivaba en Garcinarro y
la marihuana (C. sativa, var. indica) son variedades de la misma
especie. Las flores femeninas de ambas variedades presentan glándulas que
segregan una resina que contiene tetracannabiol, principio activo que actúa
como psicotrópico, que es más abundante en la variedad indica. El cáñamo (C.s.
sativa) se cultivaba para obtener semillas (cañamones) para uso
alimentario; además, de la propia planta se obtenían fibras para usos textiles
y cordelería[5].
Referencias
[1] Matilla Tascón, A. 1947.
La Única contribución y el Catastro del
Marqués de la Ensenada. Ministerio de Hacienda. Servicio de Estudios de la
Inspección General. Madrid.
[2] Camarero Bullón, C.
2002. El Catastro de Ensenada, 1749-1759: diez años de intenso trabajo y 80.000
volúmenes manuscritos. CT Catastro 46:61-88.
[5] Castroviejo et al. 1986. Flora Ibérica. v. III
Plumbaginaceae-Capparaceae. Real Jardín Botánico, CSIC. Madrid.
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